Stephen Covey, en su libro “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, comparte con nosotros lo que en el mundo del coaching se le llama un “quiebre”. Es ese momento en que entiendes algo, ese clic que haces al unir las piezas y, de repente, todo cobra sentido revelándose una gran verdad. Covey nos explica cómo, casi por casualidad, curioseando en una biblioteca, encontró un párrafo que venía a decir lo siguiente: existe una brecha, un espacio entre el estímulo y la respuesta y, en el empleo de este espacio, está la clave de nuestro crecimiento y felicidad.

Empatizo mucho con Covey. Entender que todos disponemos de ese poder fue algo tremendamente revelador para mí. Por un lado, vi que la libertad real estaba allí a mi alcance, que en realidad solo dependía de mí y de mis ganas de ejercerla. Por otro lado, fue un baño de realidad, bueno, más bien de responsabilidad. Al fin y al cabo lo que ocurre en ese espacio solo depende de mí, es totalmente mi responsabilidad. La gestión de ese espacio no es algo que se pueda delegar, no se puede comprar ni los demás pueden hacerla por mí. Lo que pase con ese espacio, esa pequeña brecha entre el estímulo y la respuesta, solo depende de cada uno de nosotros. Puedes elegir ocuparlo y gestionarlo de manera consiente, hacer uso de la libertad y las posibilidades que brinda, o bien te puedes dejar llevar por la inercia. Tal y como lo afirma Covey, “se trata de vivir o de ser vividos”.

Personalmente, cuando adquirí conciencia de la brecha y de la posibilidad de gestionar ese espacio, fue un hito vital. Empecé a observarme, a ver lo que ocurría en ese espacio y las implicaciones que tenía la gestión de éste para mí y para aquellos que me rodeaban. Al tomar conciencia, de la observación, rápidamente pasé a la acción. Allí realmente se produjo el inicio de un momento vital trasformador que, hoy por hoy, aun perdura. He aprendido y sigo aprendiendo a entender y a hacer un buen uso de ese espacio.

Me gustaría compartir contigo uno de los primeros aprendizajes que hice.

A base de observar, empecé a darme cuenta de que mi respuesta reactiva muchísimas veces iba acompañada de una percepción negativa o pesimista de la realidad o de mí mismo. Ante un evento o estímulo inesperado, mi reacción solía basarse, como he dicho anteriormente, en una percepción negativa y a esto le seguía una narrativa interna pesimista, quejosa y desgastante.

Examinando ese espacio, descubrí lo arraigada que era esa narrativa y cómo me condicionaba y privaba de utilizar plenamente mi espacio. Lo mismo me ocurrió con mi percepción. Empecé a ver lo sesgada que estaba debido a esta dinámica negativa que había ido cultivando durante tiempo de manera casi inconsciente.

Tomé conciencia en las siguientes situaciones:

  • Cuando estaba dando clase o una formación y alguien estaba “desconectado”, me cuestionaba mi capacidad a la hora de comunicar los contenidos o bien me llevaba a concentrarme en esa persona en concreto olvidando a las demás.
    • Ahora, en lugar de dejarme llevar por la inercia, analizo e intento ganar perspectiva. Tal vez la persona no tiene un buen día, o no lo está entendiendo; procuro no perder de vista a los otros 20 que sí que están conectados. Me esfuerzo por recuperar su atención pero no dejo que me condicione.
  • Al recibir retroalimentación y evaluaciones sobre mi desempeño tendía a centrarme en aquello que no había salido bien, dejando de lado los aspectos que me habían comunicado y que eran positivos.
    • Ahora tomo conciencia de los resultados, aprendo del error, pero no dejo que éste ensombrezca o me impida disfrutar del éxito.
  • En esos días que parece que todo conspira contra ti es fácil entrar en una dinámica interna de:  “yo contra el mundo”, “pobre de mí” y “que injusto que es todo”.
    • Ahora, cuando me encuentro sumido en esa dinámica, paro, freno, tomo conciencia y gestiono de forma intencional mi espacio. Refocalizo y cambio la narrativa.
  • Cuando estaba teniendo un buen día y de repente ocurría algo imprevisto que rompía mis planes solía quedarme fijado en ese punto y eclipsaba todo lo anterior.
    • Ahora intento entender lo ocurrido, me hago cargo y me esfuerzo por recuperar la dinámica anterior sin dejar que este evento condicione todo el día.

Cuando nos dejamos llevar por una percepción negativa de la realidad y una narrativa interna pesimista, poco a poco, sin darnos cuenta, entramos en un “bucle” que se retroalimenta. Ello nos lleva a tener una visión sesgada de la realidad que nos impide ver aquello que es bueno y las oportunidades que tenemos delante.

Si en lugar de eso tomamos conciencia y hacemos uso nuestro espacio, nos enfocamos en los aspectos positivos, desarrollando una narrativa interna positiva y optimista, las cosas negativas no van a desaparecer, pero no ocuparán todo el espacio. Paulatinamente nos iremos adaptando a esa nueva dinámica, percibiendo más lo positivo, viendo más oportunidades que peligros.

Cuando hablamos de optimismo y narrativa positiva no estamos hablando de ser naife y verlo todo de colorines. Ser optimista quiere decir:

“Apreciar, valorar, estimular, honrar; reconocer lo mejor de una persona, situación o experiencia y en general, del mundo que nos rodea;  aumentar el valor; prestar atención y afirmar las fuerzas, éxitos y potenciales presentes y pasados de esas personas, situaciones o experiencias; identificar y prestar atención a las cosas que dan la vida – salud, vitalidad, excelencia- a los sistemas vivos; tener esperanza; tomar la determinación de hacer planes con la intención de alcanzar objetivos; ejercer el control intencionado y confiado sobre la vida.” Marujo.H.A

Hay múltiples estudios que documentan la tendencia humana a fijarse en lo negativo. Es algo que nos ha acompañado toda la historia y que en determinados contextos y momentos nos ha sido y es útil como especie. Pero el punto clave es ser consciente de ello y ver qué impacto tiene en nosotros.

Pasos prácticos:

  • Dejar de hablarse a uno mismo de forma negativa. Presta atención al tipo de pensamientos que pasan por tu mente. Ante una situación concreta detecta cómo te hablas. Esta narrativa interna negativa determina la forma en que te ves y como ves a los demás
  • Reformula la situación. Cuando te encuentres interpretando algo de forma negativa, o centrándote sólo en el aspecto malo de la situación, busca formas de replantear los acontecimientos desde una perspectiva más positiva.
  • Establece patrones nuevos. Cuando te encuentres fijado en esa corriente de pensamiento negativo, busca una actividad que te ayude a romper la dinámica. Intenta redirigir tu atención por medio de esa actividad.
  • Practica la gratitud. Fíjate todo aquello que te rodea y  que, a menudo, das por sentado. Cambia el enfoque e intenta apreciar aquello que ya tienes.

Aquí va una lista de artículos con ideas y métodos para profundizar en la cuestión.

Si os gustaría conocer más contenidos o recomendaciones de libros no dudéis en escribir. ¡Gracias!

https://positivepsychology.com/3-steps-negativity-bias/

https://hbr.org/2011/07/learning-optimism-with-the-24x

https://hbr.org/2011/03/optimism-unfashionable-perhaps