Hoy cierro una semana intensa. Una de esas semanas en las que parece que estás permanentemente corriendo un sprint. Si os gusta correr u os estáis iniciando en ello, ya sabéis de lo que estoy hablando. Para los que no estéis familiarizados ahí va una breve explicación:cuando estás realizando un sprint y lo sostienes, llevas todo tu cuerpo y mente al límite. Todos los recursos disponibles se enfocan en sostener esa potencia. Mientras lo haces, prácticamente no puedes pensar en nada más que en él. Cuando lo terminas a no ser que hayas programado de manera intencional otro ejercicio o serie, caes rendido tu cuerpo solo quiere parar y lo más frecuente es que te relajes y descanses.

Como os decía, para mí esta semana ha sido como un sprint. He tenido que emplear muchísimos recursos personales para alcanzar los objetivos profesionales y personales que tenía establecidos, en un entorno y unas circunstancias considerablemente adversas. Para ello, mi mente y mi cuerpo han tenido que enfocarse y destinar toda mi energía en ello, terminando la semana exhausto pero contento.

Hoy, al despertarme, después de dudar un poco, he salido a correr (no en plan sprint, eh). Durante el recorrido, he ido haciendo una retrospectiva general de la semana. De los hitos alcanzados, de la dureza de algunos momentos, de las situaciones compartidas y de aquello por lo que me sentía agradecido…. Pero entre el ir y venir de pensamientos, poco a poco, una frase/idea ha ido absorbiendo toda mi atención. La frase es de Joko Willink y dice así: “disciplina es igual a libertad”. En inglés suena mucho más potente:

“discipline equals freedom”

A medida que avanzaba a través de los olivos, la idea me ha llevado a la siguiente reflexión.

Puede parecer un oxímoron, pero la disciplina es libertad. Durante toda la semana ha sido precisamente la disciplina la que me ha ayudado a recentrarme, a tener paz, a perseverar e influenciar positivamente a los que me rodean. Precisamente gracias a ella, he podido realizar aquello que yo libremente había decidido hacer, aun cuando las circunstancias no han sido las que yo había previsto ni eran favorables. Sin ella, hubiese sido esclavo de las circunstancias.

Cuando pienso en mi entorno, veo como frecuentemente la disciplina es asociada a una vivencia negativa, dura o hasta correctora. En el mejor de los casos, la gente sitúa el concepto en el ámbito hábitos saludables y actividad física. No digo que esto sea incorrecto, sin duda, estas son áreas de práctica excelentes para la disciplina. Pero en mi humilde opinión, creo que no deberíamos encasillar el concepto a esos campos exclusivamente. Esta semana yo la he vivido como una forma de integridad personal, de coherencia interna entre el ser y el hacer, enfocándome y haciendo aquello que yo realmente quería hacer y no lo que las circunstancias, los impulsos, el entorno o los demás me conducían hacer. Parece lo mismo, pero si te paras a pensarlo hay un abismo entre una realidad y la otra.

Para mí esta semana, como en muchas otras últimamente, la disciplina ha sido la fuerza magnética que cuando todos mis sentidos, circunstancias y entorno iban en contra de mi brújula interior y me forzaban a cambiar de rumbo, me mantenía en la dirección correcta. En los momentos difíciles, cuando estaba cansado, desanimado, me replanteaba las cosas y empezaba a justificarme, la disciplina aparecía para recordarme lo que yo quería y libremente había decidido:

• Cuando pensaba en no hacer alguno de mis hábitos porque total por un día no pasa nada, ella me hacía analizarlo en profundidad, valorar si me estaba acomodando y qué implicaciones tendría esto para mí mañana.
• Cuando no quería escribir y pensaba que por dejarlo pasar una semana no pasa nada, allí estaba para hacerme ver lo contento que estaría al terminar.
• Cuando mi narrativa interna era negativa y pesimista, aparecía para recodarme que yo tenía el dominio, el control de mi narrativa y el compromiso de no dejar que me dominara.
• Cuando quería seguir trabajando hasta tarde, otra vez me ha recordado la importancia de respetar mi espacio para recuperarme y de que la familia es mi prioridad.
Y así podría seguir un largo etc..

Hasta hace relativamente poco, nunca me había considerado una persona muy disciplinada. Solo lo había sido en el deporte y con afán competitivo. Pero en los últimos años, poco a poco, día a día, detalle a detalle, de hábito en hábito, de aprendizaje en aprendizaje, la he ido cultivando y ha ido creciendo dentro de mí, ganando fuerza e influencia en cada vez más áreas de la vida. Gracias a ello, hoy soy mejor persona, padre y compañero y puedo afirmar plenamente que la disciplina equivale a libertad. La libertad de ser quien tú quieres ser y no lo que las circunstancias, el entorno, tus impulsos o tus propias creencias limitantes y un largo etcétera quieren que seas.